martes, 26 de febrero de 2013

No longer a special snowflake

 Hoy sentí un miedo del cual aún no estoy seguro que pueda recuperarme, sentí un miedo que me quemó las entrañas y me apuñaló en el corazón en el momento en que entró con ariete en brazos a mis oídos. Sentí llorosos los ojos y descolgarse a mi cara del perchero que hasta entonces había sido un rictus maniaco, un rictus sincero que obviaba una triste y tonta esperanza. Escuché con unos oídos que deseé sordos que me habían arrebatado una dicha egoísta, boba e inmadura que creí haber superado.Escuché, en fin, que alguien más lo amaba y, lo que es peor, que alguien más lo había hecho suyo.

Sentí que me ahogaba cuando voltee a ver a Samantha y busqué en su boca la burla y las palabras "Jaja, te lo han ganado" o "Iiii, que te están poniendo los cuernos" y no encontré más que una sonrisa que se veía satisfecha por haber librado su alma de una angustia que habíamos compartido. Dejé de sentir que me ahogaba porque ahora si me estaba ahogando y ella no se burlaba y yo no podía gritarle que si, que eso me destrozaba y no podía verla anonadada al darse cuenta que todas las bromas que había hecho sobre la, según ella, ficticia relación entre yo y Giovanni, habíanle salido con mortífera puntería y me picaban y escaldaban en lo más profundo porque en secreto, él sin saberlo y yo sin decirlo, lo he querido, amado y lo amo aún más.

(Oh, Jane, mi Jane Eyre, ¿qué harías tú ante este dilema?)