Cuando abrió el cuarto sello, oí los gritos de dolor del cuarto ser viviente que decia "¡Ven!" con un tono de desesperación en su garganta.
Caminé presuroso, escuchando el sonido seco de las escobas mientras golpeaban con saña el famélico cuerpo de aquel que tenía por nombre Muerte.
Miré y vi al Brujo Malo, pateando repetidas veces al cuarto jinete, con sus botas de minero y la clara intención de llevarse su caballo verde.
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