En un pintoresco y verdoso pantano (sin excluir lo hediondo) se encontraban dos figuras desgarbadas, feas como deidades de Lovecraft y viejas como la promesa del mañana.
Iban sobre el craneo ahuecado de un dragón, remando con las manos descarnadas de un Kelpié, deleitando sus narices con los tufos de peces en descomposicion y larvas eclosionando. {Me fascinan las narices laaargas}
Y así, observandose el uno al otro con unos ojos que no se sabia si eran los de un amante o de un sicario, iban entonando lo que a su torcido entendimiento era una canción de amor:
Me gusta a mi ver el veneno
correr por tu sangre carmín,
Y adoro ver el sufrimiento
del mártir antes de partir.
Me encanta a mi tu risa
desgarrando tu carne seca,
poniendole al siervo prisa
sufriendo su vida
doliendo su carga sangrienta...
¿Que amo mas que a tus misterios,
mas que a tu calaña falaz?
¿Como no amar esos tormentos
de vidrio y sangre fugaz?
Ver el corazón palpitando
en esta mano ancestral,
Ver tus ojos desorbitados
brillar con odio primordial.
Y al calcinar la carne
y al retorcer el hueso.
Haciendote rugir del hambre
rogando un fétido beso.
Me gusta a mi ver el veneno
correr por tu sangre carmín,
Y adoro ver el sufrimiento
del mártir antes de partir...
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