miércoles, 16 de junio de 2010

La tormenta

La ciudad iba apagando su bullicio conforme el sol de las cavernas disminuía su intensidad; de manera casi imperceptible para los impacientes, preocupante para quienes tenian prisa. Poco a poco el apacible canto de la Cascada de Celeste se imponia sobre los ruidos cotidianos de Ciudad Colmena.
Pero algo inquietaba a las salamandras, perturbando su innato amor al sueño.La gente lo hubiera pasado de largo si no se trataran de criaturas igneas, que inconsientemente suelen hacer notar su prescencia de formas que suelen acabar en tragedia. Claro que nadie les guardaba rencor por ello, era parte de su naturaleza -junto con el ayudar gustosas a resolver los problemas que causaban-.
En fin, el dolor o la simple curiosidad hicieron que todos dirigieran sus miradas al horizonte, para encontrar una nube enorme y negra, obesa con agua y granizo. Pero mas extraño aun ¡chillaba! Si, como una bandada de murcielagos, creaba un estruendo agudo y doloroso para los oidos.
¿Que explicacion se le podria dar a tan extraño fenomeno? Muy facil, ¡Ratonubes! Esas criaturas tan insinificantes podian volverse mas peligrosas que la reina de los enanos en una rabieta.
Ahora solo faltaba esperar, esperar a que los vaporosos roedores se marcharan como habian llegado...

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