martes, 23 de noviembre de 2010

El Theriomante

Salió de entre las nubes: blanca, serena, majestuosa, liberadora...

En ella se centró la vista del soñador, asumiendo formas salvajes, alejandole de la civilización.

Semejaron sus ojos dos grandes pozos, negros como el tiro de una mina abandonada y fulgurantes como el mar rielado por la guardiana nocturna.

Alimentose de la luz de su madre, rompiendo los cerrojos de su mente carcelera, liberando a la bestia que se ocultaba bajo una mascara de humanidad.

Lagrimas de una negrura abisal surcaron su blanqueado rostro, rayando su tez atemporal y regresandole aquella fuerza digna de su raza; aquella fuerza que le obligaba a mirar a los mortales como las cucarachas que eran.

Con un rayo de luna impreso en sus ojos, el derredor de una obscuridad profunda y astral que denotaba lo ajeno que era a este mundo y lo alejado que estaba de su hogar.

Rodeando su cuerpo de una aura que remedaba el fuego fatuo le dirigió otra fugaz mirada a Selene y proyectó su desgarbada figura por una lóbrega ventana para salir corriendo sobre dos piernas y dos sables por las calles de la ciudad.

Degollar a los amantes, arrancarles la garganta a los viejos solitarios y amargados, acallar por siempre el llanto de los niños de un negro zarpazo; todo era por la sangre, la piedra angular de su magia y su arte, el poder que le permitiria liberar a su especie del cautiverio...

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